¿Sabías que el año NO tiene 12 meses?

Desde pequeños una de las primeras cosas que aprendemos es que el año tiene 12 meses y los meses tienen 4 semanas; si eso es así, haciendo una matemática simple podríamos decir que entonces el año tiene 48 semanas pero irrefutablemente sabemos que el año consta de 52 semanas, por lo que me pregunto si no sería más acertado decir entonces, que el año tiene 13 (en vez de 12 meses) siguiendo la ecuación 13 meses * 4 semanas = 52 semanas/año.

Lógicamente no todos los meses tienen 4 semanas; si este fuese el caso cada mes tendría exactamente 28 días y sin embargo todos sabemos que hay meses de 29, 30 y hasta 31 días. Pero ¿por qué si eso es tan evidente, entonces es tan complicado entender el tiempo de embarazo de una mujer?

 

¿Aquí o allá?

Cuando supe que mis días en la aerolínea estaban contados, comencé a echar CV’s en otras compañías del aeropuerto. Ya lo había intentado alguna vez sin éxito puesto que en la mayoría me pedían conocimientos de Amadeus. Sin embargo supe a través de un contacto de un compañero, que los líderes de bajo coste estaban buscando gente y me animé a llevarles mi CV al menos un par de veces.

 

Me habían dado el nombre del jefe de la base y me habían indicado que debía dirigir mi hoja de vida concretamente a su atención. Seguí las indicaciones esperando recibir noticias a finales de Noviembre de 2010, cuando por motivos del cambio de temporada debían coger más gente, pero no fue hasta 2 meses después; durante la última quincena de Enero de 2011, cuando me llamaron.

 

 

Pecado mortal

Nos habíamos comprometido a servir de anfitriones en una reunión en el piso un par de días antes de que falleciera mi abuelo. Luego de la noticia la reunión siguió en pie, hicimos la velada y antes de que se cumpliese la semana, publiqué las fotos en el Caralibro: Pecado mortal.

 

Enseguida sonó el teléfono; La Sangre me llamó la atención por haber publicado las fotos. “¿Qué va a pensar la familia?. Parece que dimos un súper bonche…”

 

Tal vez mamá tenía razón, pero me fastidia inmensamente vivir constantemente preocupada de qué dirán o qué pensarán y de tener que esforzarme continuamente para dar la imagen “correcta”. ¿Pero cuál es la imagen correcta? ¿Correcta según quién? ¿Correcta para quién?

 

Todo es perfecto

El traslado significó una oportunidad para comenzar de nuevo en una página en blanco y escribir una historia con nuestros propios matices. Aunque el piso estaba amoblado había algunos rincones que aún debíamos aprovisionar, así que nos fuimos de compras como quien no tiene límite de fondos y literalmente tiramos la casa por la ventana.

 

Días antes habíamos estado pillando ofertas en los prospectos informativos que venían en los periódicos o que amablemente algunos repartidores dejaban a la entrada del edificio. Llenamos los anaqueles con más artefactos eléctricos, electrodomésticos y utensilios de los que necesitamos (en el sentido literal de la palabra) y de los que seguramente alguna vez llegaremos a utilizar, pero no pudimos resistir las ofertas.

 

Falso patriotismo

Una de las cosas que más me cabrea en el mundo es el falso patriotismo de la gente en unas circunstancias muy particulares; especialmente el de quienes alguna vez criticaron la devoción arraigada de otros por sus tierras así como el de quienes no conocen más que la punta de sus narices y aún así se piensan que su patria es la mejor.

 

En estos días me encontré con este comentario en el Caralibro:

 

Saltando de nuevo al ruedo

A veces sobre el tapete de juego las apuestas no arrojan los resultados esperados y entonces hay que recurrir a otras jugadas que antes no se habían considerado por las razones que fueren o sólo por las supersticiones del jugador. Así es como poco más de un mes y medio después de mi salida de “vuelos baratos” volví a trabajar para Banks.

 

Me reengancharon haciéndome una oferta muy distinta a la que recibí cuando apenas comencé a trabajar allí pero lo que me atrajo no fueron las condiciones, tanto como mis ganas de conseguir un segundo empleo que me permitiese, más en esta nueva etapa de vida en pareja, saldar mis deudas y llegar a fin de mes con algo más en la cuenta que números rojos y saldos retenidos.

 

Claro que saber que volvería a un gran equipo hacía todo más maravilloso, pero a lo que me refiero es a que cuando recibí la llamada estaba tan contenta de poder a trabajar, que no le di importancia a lo que me estaban ofreciendo tanto como al hecho de poder volver al ruedo.

 

Tú también nos echaste una vaina!

A pesar de que a esas horas debía estar en clases, mi desacomodo a la nueva rutina me hizo optar en cambio por tomarme un respiro y pasar a visitar por casa a La Sangre. Tras cruzar la puerta saludé cálidamente pero me la encontré a ella con una cara larga mientras que él, al teléfono, le daba a La Artista la noticia. Una crónica que en ese instante escuché de manera incidental pero que me afectó enormemente.

 

También fue un día miércoles; apenas un par de horas antes había sonado el teléfono de casa, del otro lado la voz de uno de mis tíos anunciaba las malas nuevas y en cuestión de segundos pasé de no saber qué ocurría a no haber querido enterarme de lo que sucedía: el Abuelo se había ido y yo sólo pude echarme las manos a la cabeza mientras que seguidamente comenzaron a resbalar las lágrimas por mis mejillas.

 

 

De vuelta al ciberespacio

No andaba de parranda aunque sí desaparecida de este espacio por razones múltiples que en breve espero poder comenzar a compartir por aquí. Hoy tengo un día de trabajo relativamente relajado pero con algunos pendientes qué terminar; aunque en lugar de estar haciendo llamadas, escaneando facturas, respondiendo e-mails, haciendo inventarios y pactando reuniones, he decidido tomarme un respiro para sentarme a escribir. Es uno de los lujos que tiene trabajar desde casa.

 

Necesitaba volver a estas líneas porque es una manera de organizar mis ideas y también de poner cierto orden a mi vida; de saber que lo que pienso no se queda en simples reflexiones abstractas de la mente sino que también las cosas sobre las que medito pueden pasar a un estado de realidad que me proporciona cierta satisfacción, calma, despreocupación y que incluso en ocasiones puede hasta servir de recordatorio sobre cosas que deseo prolongar en el tiempo o que pueden aportar algo al entorno.