Lo que hace 10 años no le dije a mis padres

Tal día como hoy se cumplen exactamente 10 años y 6 meses desde que me sacaron de Venezuela. Cuando digo “me sacaron” me refiero no sólo al hecho de que en ese momento yo no era independiente y –como casi cualquier adolescente de mi edad- estaba destinada a hacer la voluntad de mis padres, sino también al hecho de que entonces yo no entendía por qué me hacían eso y repudié tal decisión durante mucho tiempo.

Hace más de 10 años, el hecho de irme de Venezuela supuso una dura etapa de inmigración y adaptación a tierras extranjeras, a un nuevo idioma que me costó aprender menos de lo que yo me percaté y a una sociedad y ritmo de vida que diferían enormemente de lo que yo estaba acostumbrada.

El proceso no fue tan malo como lo recuerdo, llegué a un núcleo familiar, con un círculo de amistades a mi entera disposición, con un mundo de oportunidades por explorar. Tenía el mundo en mis manos y yo no lo sabía; estaba por comérmelo y yo aún seguía pensando en pasado; en lo que dejé atrás, en las amistades, en mi vida.

Pasado el período de negación vino el período de descubrimiento. Todo era guay hasta que dejó de serlo cuando empecé a echar en falta la comida, las amistades, las costumbres. Vino la etapa del redescubrimiento de ese lugar que no era tan impresionante para vivir como lo fue en algún momento para vacacionar y más tarde inevitablemente llegó la adaptación de la que casi  todos los seres humanos somos víctimas en algún momento de nuestras vidas.

Mi vida entonces estaba completa. Había podido estudiar, saqué una licenciatura, salí más en 4 años de lo que había salido en 17 y crecí un poco a los golpes pero también en un entorno que me permitía ser yo misma y en el que podía correr riesgos sin arriesgar mi vida en el proceso.

Crecí y aprendí a abrazar el cambio y a hacerlo mío; volvimos a emigrar y ya el proceso dejó de ser traumático; continué realizándome cada día como ser humano en los distintos aspectos de mi vida y llegó este día en el que mirando atrás de manera inevitable siento la responsabilidad de extender un agradecimiento profundo a ustedes, por estos 10 años de futuro que me dieron; uno que desde luego no hubiese tenido de haberme quedado en mi país.

Hoy les doy las gracias por pensar en mí, por no rendirse a pesar de mis constantes lágrimas, lamentos y reproches; por no desistir a pesar de mi insistencia en volver y en seguir mirando atrás, por soportarme en la etapa más difícil de mi existencia y por moldearme en una mujer íntegra y de mundo que no es más que el resultado del trabajo que ustedes hicieron sumado a las oportunidades y el entorno que me dieron.

La palabra gracias se queda muy pequeña si tenemos en cuenta todo lo que les debo; esta carta llega tarde si consideramos que nunca les he reconocido a la cara que ustedes tenían razón, que aunque yo en un momento estuve convencida de lo contrario ustedes hicieron lo correcto y que si no hubiese sido por su esfuerzo, mi vida seguramente no sería ni la mitad de lo que es hoy en día y mis logros no serían tantos ni tan grandes.

Hoy soy feliz y plena gracias a ustedes, hoy tengo una vida maravillosa gracias a ustedes, hoy me siento afortunada de poder vivir tranquila y disfrutar de lo que tengo por el mero hecho de encontrarme en tierras que no sufren la desgracia que sufre nuestro país.

Gracias, gracias, infinitas gracias.