Aunque la mayoría de veces me quejo por trabajar desde mi casa -más que todo porque como no tengo un horario me paso el día entero currando-, hoy me levanté agradeciendo la oportunidad de poderme quedar en la cama hasta que el cuerpo me lo pidió. Encendí el móvil tempranito para asegurarme de que no me hubiese llegado ningún correo importante (de la empresa), me puse al día con mi Twitter y a eso de las 11 y 30 fue que logré salir de la cama.
Dado que tengo muchas ganas de ir a la boda de Mela, he estado trabajando más de la cuenta durante las últimas dos semanas y después de 15 días sin librar (entre horas forzadas y horas voluntarias, eso sí, todas pagas) estoy agotada y sigo arrastrando un cansancio que aún no puedo describir con palabras, por lo que hoy pretendía que lo único en mi “to-do list” fuese simplemente: NADA.
Los viernes no son para mí un buen día y mientras el resto del planeta está celebrando que llega le fin de semana, yo estoy deseando que pase pronto porque para mí son los días más fuertes de trabajo y los sábados no son tampoco días de descanso.
A estas alturas ya debería estar habituada a los días duros en el aeropuerto, a los pasajeros rudos, a los despistes de mis compañeros, a los fallos de las sub-contratas, a los momentos de agobio y a todos los factores que escapan o no de mis manos pero que a fin de cuentas juegan un gran papel durante la jornada laboral y hasta de cierto modo determinan el resultado de la misma.
Salí de casa a las 8:30 de la mañana y no volví hasta 12 horas más tarde. Después del estrés de un extenuante día de curro en el que las incidencias estuvieron a la orden del día, tenía compromisos personales que cumplir; es lo que tiene meterme en obligaciones voluntarias que parecen coincidir todas a la vez justo los días más inconvenientes.
Ya huele a Navidad así que he decidido abrir el mes con uno de esos videos de antaño que me recuerdan las navidades venezolanas y las cuñas Navideñas tradicionales de ésas que ya no existen y que tanto añoro. No encuentro una mejor forma de calificar esto más que “lo que Chávez se llevó”
Hoy es uno de esos días terribles que todos tenemos de cuando en vez, sólo deseo que acabe prontísimo y doy gracias por él porque seguramente si no fuese por días como estos, no apreciaríamos los días buenos. Si no fuese porque estoy segura de que hoy es lunes, juraría que es martes 13; sólo es 13 pero ha sido una pesadilla.
He estado de mal humor desde el viernes por la tarde porque se me ha estropeado el cable de Internet. Tuve que pedirle a alguien que me echase una mano para ir a comprar un cable porque yo estaba currando el viernes por la tarde cuando la tragedia comenzó.
Por fortuna vivo en una sociedad en la que el gobierno presta ayuda económica a los desempleados en base al tiempo que lleven trabajando y toda una serie de parámetros que ya de por sí hacen que sólo algunos de los demandantes de esta prestación estén calificados para apuntarse en “el paro”.
Pero por desgracia, en estos días en los que el desempleo parece haber alcanzado su cénit histórico en Canarias, no dejo de sorprenderme con las artimañas que se llevan a cabo para intentar que la gente no cobre el paro.
Tras cumplir el año en su más reciente empleo no lo quedó de otra que solicitar la prestación de desempleo; ha estado buscando trabajo desde entonces pero con lo lento que está todo, no ha habido mucho éxito con ello.
Y todo lo que escribí en este post parece que finalmente encaja. Tal y como era de pronosticar, una mala gestión de empresa sólo puede mantener a la misma a flote por tiempo limitado, parece que los días finales de ésta se aproximan; y con “ésta” me refiero a la mía, a la empresa para la que trabajo.
Mis días allí puede que estén contados; eso no lo sé todavía. Pero estamos en pleno cierre de oficina, de vuelta al trabajo en casa, con un nuevo recorte de horas y todo lo anterior sólo ha conseguido quebrantar la esperanza, el optimismo y la perspectiva de futuro que me quedaba.
Pero alguien que ha vivido de cerca esto conmigo me dijo unas palabras que me hicieron recordar positivamente que si se apuesta en grande, se puede ganar o perder en grande; y por mi empresa actual yo hice una gran apuesta.
Es cierto que en días recientes hemos tenido lluvias torrenciales en la isla con resultados devastadores dentro de las propias circunstancias. No ha habido muertes que lamentar, pero sí fuertes daños materiales.
Las fuertes tormentas han cesado, aunque se esperan más lluvias en los días venideros. Sin embargo hoy, hoy no me refiero a este tipo de tormentas; hoy escribo sobre la tormenta que se avecina a nivel económico y laboral.
Después de todo el trabajo que realicé con mi equipo en el 2009, después de todo lo que nos costó poder enganchar a ciertos clientes y de las ventas potenciales que se cerraron entonces; nos encontramos ahora, 6 meses después desprovistos de ninguna venta cerrada en firme; con tres períodos de prueba finalizados o a punto de finalizar y sin ninguna esperanza activa de futuro o continuidad.
Últimamente tengo menos tolerancia de lo normal respecto a todo y a todos cuanto me rodea. En circunstancias normales no le prestaría atención a muchas cosas, pero en las actuales; parece que nada pasa desapercibido y que todo me causa irritación.
Desafortunadamente a estas alturas de mi vida aún no soy una persona independiente; comparto techo con otras personas que si bien forman parte de mi sangre y no son ningunos extraños; a veces se comportan como si lo fuesen. Bien sea porque toda la vida no les ha bastado para conocerme o porque sencillamente a estas alturas de la vida cada cual tira por lo suyo.
Nunca he sido muy fanática de comprar cosas de marca aunque está claro que las pocas que tengo -casi todas porque me las han regalado- procuro cuidarlas muy bien y así conservarlas. En estos días se me paró el Fossil, y aunque lo llevé a que le cambiaran la batería, el caso es que se me ha vuelto a parar poco menos de una semana después de aquello.
¡Ay, se me paró el reloj! Y yo que no puedo estar sin mirar la hora!
Volví a la joyería indignada a pesar de que tenía claro que aquel señor no me podía haber estafado; yo misma vi que probó la batería que quitó y estaba agotada, también probó la que colocó y estaba perfecta; sin embargo el reloj estaba parado así que le pedí que lo mirase a ver qué podría haber pasado.
It is a fact that friendships can be uncertain as there’s no way to be 100% sure that anyone we choose as a friend will turn out to be a good one. However, once two friends start meeting each other’s needs and developing an in-depth bond, the fear of the unknown seems to fade away and friends experience happiness as the feelings of reliance, support, communication, trustworthiness, understanding, empathy, and intimacy grow strong. We go to our friends for shelter and they stay by our sides through thick and thin. They’re there for the good and bad times; we believe in them and start becoming what they are, as they also grow to be the family that we get to pick. We need to relate to our friends and share values in common; we need to respect each other and be team players; we need to be loyal and equal so that we can gain our friend’s confidence. In a few words, we need to be friends ourselves, so that other people can be our friends as well.
Building a friendship, like any other relationship, is a process that takes time, and friends start growing closer together, and true friendships are achieved step by step once two friends share their most intimate thoughts and feelings while acknowledging one another. Nevertheless, not all the friendships we grow to develop through the years are the same. In fact, we usually have more than one friend, and we gain more when we benefit from different types and levels of friendships. Not all of our friends have the same importance in our life, and the bonds we develop with different people don’t always have the same degree of intensity. We typically have lots of acquaintances, but only a few people we can call friends. Moreover, we can usually count our truly best friends with one hand’s fingers. Although there are friendships that last through the years, good friendships d Read the rest of this entry »
Aunque la mayoría de veces me quejo por trabajar desde mi casa -más que todo porque como no tengo un horario me paso el día entero currando-, hoy me levanté agradeciendo la oportunidad de poderme quedar en la cama hasta que el cuerpo me lo pidió. Encendí el móvil tempranito para asegurarme de que no me hubiese llegado ningún correo importante (de la empresa), me puse al día con mi Twitter y a eso de las 11 y 30 fue que logré salir de la cama.
Soy todo lo que me pasa 