En esta era del 2.0 es evidente que se ha hecho posible la interacción entre usuarios de una forma que no conocíamos antes y que las nuevas tecnologías se desarrollan casi a la velocidad de la luz sin permitirnos mantener la celeridad y el ritmo con que lo hacen. Tal vez por eso me cuesta más entender cómo es que hay comercios –teniendo claro que no estamos en los tiempos de los Picapiedras- que todavía hoy en día y en pleno siglo XXI se sigan sirviendo del tradicional método de pago en efectivo.
Es un hecho que los aparatos de puntos de venta, datáfonos y TPVs (o como les llamen en cada lugar) son tecnologías maduras que se han implantado hace ya suficiente tiempo como para que hoy por hoy todos los comercios se sirvan de ellas. Sólo es necesario un servicio de telefonía básica para tener este acceso remoto a las entidades financieras y permitir de este modo la transferencia electrónica de fondos a través de pagos con tarjetas que tienen banda magnética y que, de hecho, incluso están siendo reemplazadas por aquellas con chip.
Soy todo lo que me pasa 